“El trabajo de las imágenes comporta siempre un doble movimiento. Un primer movimiento que consiste en no definirlas como imitaciones de la realidad sino como el resultado de operaciones, esto quiere decir, no considerarlas como unidades simples sino como relaciones. No solo como semejanzas sino como alteraciones. (…) Por otra parte, comporta un segundo movimiento, los límites de la operatividad de las imágenes. Las imágenes no son solamente el producto de una operación donde cualquier cosa puede ser fabricada, sino que siempre hay algo que resiste, que resiste a la voluntad de quien produce las imágenes y que quiere producir un determinado modo de recepción, de miradas, afectos y formas de interpretación. Lo que reenvía siempre al problema de que la imagen no se dirige a alguien que la absorbe pasivamente o alguien que puede ser predeterminado por una operación del artista a recibirla de un modo determinado. El trabajo de las imágenes es siempre conflictual.”
Jacques Rancière en diálogo con Andrea Soto. Las imágenes como relación.
Tras haber ahondado sobre el rol de la mujer alrededor de la mesa, de su subordinación entorno a esta superficie, se paso a hacer un montaje en el que se integraran condiciones espaciales y se llevara por medio de este a que el espectador interactuara con la subordinación de este género.
Las condiciones espaciales, la disposición del montaje, la mesa, los espejos, las carpetas y la pantalla; fueron diseñadas para que el espectador, a pesar de estar en un espacio abierto e iluminado, tuviera una relación directa y privada con las imágenes intensificando así su poder comunicativo.
Además, los espejos y sus dimensiones, permiten que el espectador vea fragmentos del video, imágenes puntuales. Cada experiencia comienza a ser distinta, pues cada persona ve un reflejo diferente en cada uno de estos
